Hace
muchos años, a principios del siglo XIX, en un bosque de Torrelavega,
ocurrió un hecho que cambiaría la vida de dos pequeñas hermanas. María y
Juana eran dos niñas de cuatro y ocho años, respectivamente.
María era la mayor; era una niña rubia con el pelo largo. Sus ojos eran claros y tenía siempre
una gran sonrisa. Le encantaban los animales, sobre todo los gatos. Su
gato se llamaba Blanquito.Vestía con un vestido y chaleco gris y un lazo
blanco.
El
pelo de Juana también era rubio, aunque más corto que el de su hermana.
Sus ojos, en cambio, eran oscuros y grandes. Juana era una niña
traviesa y juguetona. Su juguete preferido era un caballito pequeño de
madera que le había hecho su padre. Vestía con un vestido marrón y rosa y un pequeño lazo en el pelo.
Un
día de otoño fueron a dar un paseo las dos niñas. Al llegar a casa
vieron que sus padres no estaban, ellas no se preocuparon hasta llegar
la noche. Al día siguiente decidieron ir a buscarlos y encontraron su
ropa al lado de una cueva de lobos. Las niñas vieron pasar a un cazador y
le avisaron que sus padres habían desaparecido. El cazador decidió
coger su arma y entrar en la cueva. Al cabo del tiempo salió y les dijo que
sus padres habían muerto. María rompió a llorar, no sabía qué iba a
pasar con ellas a partir de ahora. El cazador se compadeció de ellas y,
como él y su esposa no tenían hijos, decidieron adoptar a las dos
hermanas.